martes, 20 de octubre de 2009

CIBERPERIODISMO Y POSMODERNIDAD

Ciberperiodismo y posmodernidad


Olga Álvarez de Armas
Universidad de La Laguna. Santa Cruz de Tenerife


1. Diferencias entre el periodismo tradicional y el digital
¿En qué se diferencia fundamentalmente el llamado periodismo tradicional
del ciberperiodismo? Además de la tecnología —damos por hecho que se sobreentiende
que es el elemento sobre el que va a girar toda su nueva estructura—,
podríamos distinguir las diferencias, por una parte, en que el ciberperiodismo
es multicódigo, o dicho de otro modo: es un compuesto informativo que conjuga
distintos elementos textuales y audiovisuales. El grado de complejidad
será directamente proporcional al número de elementos conjugados. La prensa
—ahora tan mal llamada «prensa escrita»2— y la televisión llevan usando
muchos años un sistema sólo bi-código; la televisión desde su nacimiento porque
utiliza la imagen y el sonido; y la prensa desde que pudo imprimirse la
fotografía, ésta y el texto escrito. Con las redes digitales esos dos códigos han
pasado a ser tres: el texto, la imagen y el sonido. Integrar esos tres códigos en
un producto informativo único nos lleva a buscar un nuevo modo de informar.
Hasta ahora no habíamos contado con tanta riqueza informativa ni con
tanta complejidad. Armonizar las distintas unidades nos llevará un trabajo en
el que solo estamos casi empezando, ya que se trata de un lenguaje completamente
nuevo. Llevamos siglos en el caso de la prensa utilizando el texto de un
modo determinado y la fotografía para ilustrar lo que estamos contando.
Llevamos más de cien años codificando la radio y, al menos en España, cincuenta
años con la televisión. Un lenguaje, sonoro en el caso de la radio, con
sus consiguientes subsistemas, y de imagen y sonido en el de la televisión que
ya creemos dominar. Ahora aparece un nuevo medio que demuestra tener capacidad
para el texto escrito, la imagen y el sonido y que además es o puede ser
interactivo. Extraordinario medio de comunicación, en efecto. El problema es
que aún no sabemos cómo funciona tal medio con todas sus posibilidades. Su
modernidad, más bien su posmodernidad, nos lo dificulta a pesar de nutrirse
de elementos —la escritura, la voz humana, la música, los ruidos, el silencio,
la imagen, los colores, lo digital y alta definición, la intercomunicación humana…—,
muchos de los cuales tienen, como ya hemos dicho, varios siglos de vida
útiles en la información. Sin embargo, su conjunción, o sea, su utilización conjunta
y unitaria, sigue estando muy lejos de resolverse. Cuando nació la televisión
—en realidad deberíamos decir, el cine sonoro— se comenzó a estudiar
lo que era la percepción audiovisual y surgieron trabajos muy sorprendentes
como los de Ginette Blery3 hablando de lo que se entiende como audiovisión
o la síntesis de lo audiovisual que se genera en una parte del cerebro distinta de
donde se localiza la visión y la audición, y de lo que podría deducirse que sería
un «sexto sentido» que solo se descubre al nacer el cine sonoro aunque se haya
estudiado con la televisión4; es decir, descubrimos esa capacidad humana de
sintetizar la visión y la audición cuando se nos presentó técnicamente hablando.
Raffaele Simone, profesor de Lingüística General de la Universidad de
Roma La Sapienza, llama a esta capacidad humana «inteligencia simultánea»5.
Sin embargo no es así con el ciberperiodismo. Los mejores medios digitales
como pueden ser El País, Clarín, The New York Times…, por citar sólo algunos,
nos ofrecen un paso más que la mayoría: alta definición para imagen y
sonido, por ejemplo, pero por separado la imagen en movimiento y el sonido.
Solo la fotografía, como en la prensa, nos es ofrecida conjuntamente con el
texto. Sería injusto decir que el adelanto es poco porque no solo no lo es, sino
que hace tan solo unos años hubiéramos pensado que se trataba de ciencia ficción.
Sin embargo y aunque parezca una contradicción, se quedan cortos6.
En definitiva, se trata de leer el texto y voluntariamente —y en algunas
informaciones, no en todas— después enlazar con un sonido que el medio ha
considerado suficientemente interesante e igualmente enlazar con un vídeo
igualmente interesante. Pero son enlaces independientes entre sí. Esto es: no
existe aún esa «síntesis» de la televisión en el lenguaje digital.
Es curioso —y admirable— que ya Umberto Eco dejara dicho cosas en
19797 (y en 1981 en traducción española) que ahora tienen una enorme vigencia
cuando habló del lector modelo y su «cooperación interpretativa». Dice:
El texto no sólo postula al destinatario como condición indispensable por su
naturaleza comunicativa y su potencialidad significativa (un texto se emite
para que alguien lo actualice), y la cooperación de éste es la condición de su
actualización, dado que las competencias del destinatario no coinciden con
las del emisor.
Como es natural, Eco no se estaba refiriendo al periodismo digital ni al
analógico, pero sí se refiere a un texto que alguien —el «lector modelo» (lo
cierto es que el lector de prensa digital ha dejado de ser «oficialmente» tal lector
para convertirse en usuario)— tiene que actualizar. Podemos tomarlo exactamente
avant la lettre como si estuviera dirigido al tema que nos ocupa. Porque
Internet es fundamentalmente una lectura —aunque haya estudios que demuestran
que los usuarios primero «escanean» con la mirada el texto para ver si le
dedican más tiempo o no— que demanda una cooperación por parte de ese
lector que él llama «modelo» y que en definitiva se trata de un lector que podríamos
llamar «eficaz». Pero en la página 79, Eco insiste diciendo que el texto es
concebido
[…] Como un producto cuya suerte interpretativa debe formar parte de su
propio mecanismo generativo: generar un texto significa aplicar una estrategia
que incluye las previsiones de los movimientos del otro.
Esa cooperación texto-lector de la que habla Umberto Eco es exactamente
lo que demanda el ciberperiodismo.
2. De los géneros periodísticos en la red
Pero pongámonos entonces en la realidad: dispongámonos a vivir a enorme
velocidad —pero «velocidad humana»— la revolución industrial moderna que,
aunque nacida en el siglo XX, se desarrolla ante nosotros en toda su plenitud en
el XXI. Pero para vivir el periodismo con plenitud, es necesario que nos dispongamos
también a cambiar lo que hasta ahora era un universo estable y
cerrado por otro inestable y abierto. Porque si hay algo del mundo de la información
en lo que afecta directamente el hipertexto sería en los llamados géneros
periodísticos. Es decir, en las diferentes maneras que tenemos los periodistas
de interpretar la realidad y de transmitirla a la audiencia ya sea de prensa, radio
o televisión. Y ahora en el ciberperiodismo.
Los llamados géneros periodísticos han hecho correr mucha tinta respecto
de cómo nacen y para qué. Todo parece indicar que es un remedo de los
géneros literarios en cuanto a clasificación. La teoría que ordena los géneros
periodísticos no se creó inicialmente con una preocupación filológica o literaria,
sino más bien como una técnica de trabajo para el análisis. El profesor
Llorenç Gomis, aún admitiendo en parte su origen literario, consideraba que
clasificar los géneros periodísticos se diferenciaba claramente de los otros y era
más importante que hacerlo con los de la literatura8. Sin embargo, la discusión
respecto a lo desfasado de la clasificación denominada «clásica», e inclu
so la que recoge en parte la tradición europea y anglosajona con la distinción
de los tres grandes géneros: informativos (información y reportaje objetivo),
interpretativos (reportaje interpretativo y crónica) y de opinión (artículo o
comentario) son puestos en tela de juicio.
En realidad no es la primera vez que esto ocurre. Ya en la década de 1920-
1930 se vivió la primera crisis de los géneros periodísticos debido fundamentalmente,
como dice la investigadora Sonia Fernández Parratt9, a la influencia
que tuvo la literatura de vanguardia en la prensa. A principio de los años ochenta
fue la siguiente ruptura, motivada esta vez por factores de competitividad
con otros medios de comunicación, incluso por factores técnicos que se quedarían
hoy en algo nimio y que, sin embargo entonces, las prestaciones de las
nuevas tecnologías de la edición y factores ideológicos como era la crisis de la
posmodernidad, afectaron claramente al concepto mismo del género. Y hoy
nuevamente buscamos otras formas de ordenar la información como consecuencia,
en mi opinión y fundamentalmente, de los avances tecnológicos de
todo signo. Es decir, por una parte, como resultado de la creciente presencia del
periodismo escrito llamado «de precisión».Y por otra la aparición de los nuevos
medios de comunicación del que sobresale arrollador el ciberperiodismo.
Pero ocurre que como dice el director de investigaciones en el Centro Nacional
de Investigaciones Científicas de Francia (CNRS) y jefe del laboratorio
«Información, comunicación y retos científicos», Dominique Wolton10:
El drama de la sociedad es que la velocidad del discurso, la velocidad de la
política, la velocidad de la técnica es muy superior a la lentitud de la evolución
social. Vivimos cada vez más en una cultura del instante, donde no hay suficientes
raíces, donde hay demasiado presente y donde no hay representación
del futuro.
Este no es el sitio —entre otras razones por falta de espacio— para una
discusión amplia sobre el tema de los géneros periodísticos en general. Se trata
de ver qué consecuencias podría traer el ciberperiodismo respecto de algunos
de los llamados géneros periodísticos.
Después de haber repasado lo que supone la llegada del hipertexto nos
podemos plantear:
1º La enorme riqueza de información que puede aportar y que supone una
complementariedad para la información excepcional. La capacidad de contextualización
que tiene el hipertexto lo convierte en una herramienta determinante.
2º Sin embargo, en la actualidad, se necesita contar con un usuario —lector—
modelo del que habla Umberto Eco, para asegurarnos de que el men
saje lleva a término su desenvolvimiento. De otro modo, si seguimos las
pautas últimas de que el texto solo puede ocupar las 25 líneas que ocupa
la pantalla, la información sin continuidad quedaría más incompleta incluso
que la de prensa siendo ésta, de los medios tradicionales, la que más profundiza.
3º Como en todo documento periodístico, hay que tener todos los datos pero
ofrecer solo los necesarios. En los medios de prensa, radio y televisión tal premisa
ha creado en los profesionales de la información una disciplina. Pero
Internet y los motores de búsqueda han venido a multiplicar por mil esa
documentación. Ofrecer solo la necesaria y ofrecer también los enlaces
cuando se trata de un documento digital externo es tarea que llevaría muchísimo
tiempo del que normalmente no se tiene en periodismo. Finalmente
sabemos que un exceso de información es tan negativo como una falta de
información. Hasta que no exista la llamada web semántica e inteligente
los documentos digitales externos, si queremos que sean eficaces, no son
tan fáciles de enlazar como aparentan. No olvidemos que entre la información
y la comunicación está el conocimiento. Lo cual es necesario recordar
permanentemente porque en un mundo de tanta información será
necesario un conocimiento adecuado, una postura crítica para utilizarlas.
De manera que sin la cooperación texto-usuario, o, dicho de otra manera,
si no existe una interactividad, de nada sirve la gran aportación del hipertexto,
hiperdocumento o hipermedia.
En cuanto a algunos géneros o subgéneros periodísticos en los que se necesita
una respuesta inmediata, como en el caso de la entrevista por poner un
ejemplo, me atrevería a afirmar que es inviable como género en ciberperiodismo.
Todo lo más que llegaría a ser es un documento de prensa, de radio o de
televisión colgado en la red. Es decir, en los dos últimos casos sería grabado
con anterioridad perdiendo gran parte de la efectividad de los medios audiovisuales.
Para una entrevista en directo a lo más que se ha llegado hasta ahora
es a invitar a un personaje «del día» a que a una hora determinada se someta a
las preguntas de los usuarios y las conteste por escrito sobre la marcha. Algo
muy parecido a un foro. No dudamos de su efectividad en algunos casos, es
verdad; pero eso nada tiene que ver con el hiperdocumento del que hablamos.
Tal vez tenga que ver con ese llamado «periodismo ciudadano» —expresión,
por cierto, bastante confusa11— y del que tanto habla Dominique Wolton;
y con las weblog y las bitácoras… Pero yo hablaba de periodismo. Del ejercicio
de la profesión periodística en la que sigo creyendo.
En definitiva, el nuevo y poderosísimo —y aún en pañales— medio de
comunicación en la red trae como consecuencia un ineludible replanteamiento
de su forma de realizarlo. Es necesario repensar y reformular los géneros.
O sencillamente ignorarlos, que también es otra opción. Lo que está claro
es que no podemos hacer periodismo digital con los métodos del analógico.
Se tuvo que hacer una vez con la radio. Otra vez con la televisión. Toca hacerlo
una tercera vez. La función primordial de los cuatro medios es la misma.
Lo que difiere de forma radical es cómo se realiza esa función porque cada uno
tiene sus especificidades y las tienen para que las utilicemos. Las del periodismo
digital son muchas y muy modernas y si no nos planteamos un cambio
solo estaremos colgando el medio ya existente en la red.
En un interesante trabajo de los investigadores de la Universitat Autònoma
de Barcelona, M. T. Soto, X. Ribes y D. Fernández, bajo la dirección de la
profesora Dra. Rosa Franquet12, se propone como nuevos géneros para el periodismo
digital tres: noticia flash, noticia estricta (con enlaces externos y/o dentro
del mismo cuerpo de la noticia) y la noticia multimedia que, como ya
dijimos también up supra, es lo que en realidad condensaría las exigencias y
las posibilidades de la red. Es una aportación interesante —escrita en catalán—
que llega a varias conclusiones. Informar sigue siendo esencialmente lo
mismo. Es la manera de informar lo que ha cambiado, formalmente hablando,
de una manera casi radical. Y otra cosa a tener en cuenta en adelante: estamos
sólo en el principio.

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